domingo, 12 de febrero de 2012

Tanzania, te quiero con mi corazón


Cuatro amigos franceses alquilaron una avioneta privada y viajaron hasta un lago donde nace el río Nilo, en el corazón de África. Lo primero que vieron fue mucha gente de piel negra caminando o andando en bicileta por calles polvorientas y planas que iban hasta el infinito. Un anuncio de Coca Cola en el idioma local los sorprendió, una mujer con un niño en brazos los saludó y la ciudad les dio un adiós para que el mar les diera la bienvenida.
Uno por uno fueron entrando al mar y sus pieles, blancas como la nieve de los Alpes, empezaron a disolverse cada vez que se alejaban de la orilla. Cuando el agua les llegaba a los hombros, una ballena asesina los embistió, volando en todas las direcciones como gotas de agua después de un chapuzón de un hombre gordo. El golpe dejó inconscientes a dos de ellos, quienes fueron rescatados por los pescadores, pero los otros dos que estaban nadando para llegar a la orilla fueron sorprendidos por otra ballena que se acercó desde el otro lado. Estaban rodeados, no había una salida posible. Intentaron nadar en dirección contraria pero la ballena atacó al más viejo agarrándolo de un brazo y zarandeándolo en el aire para llevárselo al fondo. El otro hombre, de unos setenta años, se quedó flotando, inmóvil, y empezó a cantar La Marseillaise.
Fue la última vez que se oyó a un francés cantar en Tanzania, el himno se hundió con el hombre y su depredador. Los dos sobrevivientes se quedaron mudos literalmente ya que un golpe contra un coral les destrozó las cuerdas vocales. El canto de las ballenas quedó en sus oídos. Ya no vuelan, ni navegan, ahora sólo andan en bicicleta por las calles de París.

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