jueves, 26 de enero de 2012

No me tortures en Uruguay, hazlo aquí

Briosa está mi casa con estas corrientes de aire que vienen del mar y del río a golpear sus ventanas y tejas. Lo escribo con mi tronco desnudo pues estoy acostumbrado a vivir así, a vestir así, a dormir así; entonces no me llames a ser parte de tu mundo ni a usar pantalón y mucho menos me llames por teléfono a las 8 de la mañana porque es cuando apenas estoy soñando con lo prohibido. Está bien que seas briosa como mi casa y como la mona que viste de seda y como el faquir callejero que espera una moneda, pero no me tenías que llamar tan temprano, la próxima vez no me busques a esa hora que no estaré para ti ni para nadie.
Si tu hermano vende azúcar en la puerta de la iglesia, ¿por qué me pides dulces a mí? ve a donde él a que te dé una libra y te encierras en la cocina a preparar bocadillos de guayaba. O si no, puedes ir a barrer el patio, o ve a lavar tu ropa, o invéntante un mundo, pero no me metas en el tuyo por favor. Y sólo vuelve a llamar cuando te lo pida, gracias.

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